Articulo sacado de la nueva España y escrito por Alberto Carlos Polledo Arias;
Un muchas ocasiones, amigos y conocidos poco habituales a salir al monte me preguntan ¿qué excursión puedo hacer el próximo fin de semana ¿ Invariablemente la respuesta es como sigue: salvo que veas señales de canteras o parques eólico, que son el cáncer de montes y sierras del Principado, dirige tus pasos por la primera caleya que encuentres en sentido ascendente, seguro que te va a trasladar a un lugar precioso.
Vivir en Asturias, sin pecar de chovinista, es una maravilla. Desde cualquier lugar de ella podemos trasladarnos en poco tiempo a zonas en las que, con permiso de la civilización, la naturaleza es deslumbrante. Sendas costeras deliciosas desde Oriente hasta Occidente; montes, sierras y cordales en los que podemos realizar caminatas inolvidables; altitudes notables y cumbres notables o ariscas, a la medida de montañeros o expertos escaladores, en Picos de Europa y Ubiña; bosques de ensueño que atesoran lo mas granado de nuestra flora y fauna, todo gracias a que disfrutamos de un entorno geográfico sobresaliente, manejable y sin necesidad de hacer grandes desplazamientos. Sirva como ejemplo la ruta que hoy les propongo; para realizarla son imprescindibles dos buenas piernas y ganas de hacer un recorrido a pie de cuatro o cinco horas por un territorio apreciable. Para ello, durante escasos kilómetros vamos a seguir los pasos de Alfonso II el Casto en su peregrinación a Santiago, allá por el año 820. Ya saben ustedes que un pastor galaico de nombre Pelayo vislumbró unas señales luminosas en un lugar del monte Libradón, en donde supuestamente estaba el sepulcro del apóstol Santiago. Informado el rey asturiano por su obispo Teodomiro, reunió a la corte y emprendió viaje por el camino de Lucus Asturum (Oviedo) a Lucus Augusti (Lugo) a través de Fonsagrada. El monarca acababa de inagurar el camino primitivo hacia la capital jacobea y, por ello, la ruta mas importante de Europa hacia el Pórtico de la Gloria, aunque, por desgracia, ni los asturianos ni sus políticos quieran dar a este trazado histórico la relevancia que merece.
No es necesario comenzar el camino desde la plaza de la catedral ovetense, pero los curiosos que deseen hacerlo pueden seguir desde ella el camino señalado con conchas de color bronce incrustadas en el suelo, por las calles Covadonga, Melquíades Álvarez, Independencia, Teniente Coronel Teijeiro, la Argañosa y barrio de la Florida, lugar en el que por carretera asfaltada y con poco trafico, después de cruzar el puente de Lavapiés, arroyo en el que los peregrinos se aseaban, abandonamos la ciudad para, sin dilación, entrar en terreno de caseríos, bosquetes, pastizales y ganado pastando en ellos, escuchamos quiquiriquís de los pitos de corral, observamos gatos tomando el sol en el corredor del hórreo, al otro lado un perro ladra tras el muro de una casa unifamiliar, todo ello presidido por la sierra del Naranco, que ya no luce sus mejores galas porque la especulación inmobiliaria, las canteras y las torres de alta tensión la convirtieron en andrajos.
Pronto llegamos a San Lázaro de Paniceres, topónimo que da fe que aquí, siglos atrás, existió un hospital de leprosos. Más adelante, en El Caleyu, abandonamos la carretera y avanzamos por una pista que nos lleva hasta la recoleta ermita del Carmen, en Llampaxuga, parada obligatoria de todos los peregrinos, desde donde se contempla una panorámica magistral de la sierra del Aramo.
Proseguimos la ruta por Lloriana, ya a seis kilómetros y pico de Oviedo, y por la Bolguina y Fabarín, por un corto tramo de carretera, llegamos al puente medieval, sobre el río Nora, de Gallegos, construcción que casi nada conserva de su fábrica primitiva y por la que ya no pasa la circulación rodada, observamos una escultura del artista ovetense José Luis Fernández. En ese lugar nos despedimos del Camino de Santiago para dirigirnos mientras escuchamos el murmullo del rio y el canto de las aves menudas, por la senda peatonal que, acompañando a una carretera casi sin trafico, parte a la derecha inmediatamente antes del puente. Los caseríos de La Rodiella y La Vega reposan y pretenden reflejar su estructura en los cercanos meandros que por allí perfila el Nora. Un perro acurrucado a la vera de una panera delata nuestro caminar cercano con media docena de desganados ladridos. No estamos al nivel del mar, pero hemos descendido hasta los 125 metros de altitud y debemos alcanzar los 637 metros del Picu Paisano en un trayecto no demasiado largo. Por ello, cuando la tímida carretera se convierte en pista con vocación de alcanzar el azul del cielo cuanto primer mejor, la respiración comienza acelerarse y el corazón, a latir con intensidad, la mejor muestra de su dureza son los resoplidos que dan cuatro ciclistas al adelantarnos, saludando con un agónico hola.
Por una panorámica corta de miras, entre eucaliptos, pinos, algún roble, menos praderías y demasiados tojos asciende nuestro andar hacia la sierra del Llubrió, en donde el paisaje quiere estirarse sin convicción. En un campo cercado con alambre de espinos, en el que un mastin dormita cercano aun rebaño de vacas, observamos una casamata, uno de tantos restos de la guerra civil que aun se conservan por estos alrededores, vestigios que atestiguan la contienda de esta batalla a las puertas de Oviedo.
Algo mas de carretera, muy poco, para alcanzar la pista que nos eleva por el cerro del Capellán nos lleva por el Llaniello a Canto Caleyinas y La Contriz hasta El Pevidaly, mas tarde, nos eleva hasta la estatua del Sagrado Corazón, que vemos en lo más alto de la sierra del Naranco. Si tenemos la suerte de llegar en un día despejado, comprobaremos que la perspectiva es sobresaliente.
A nuestros pies Oviedo, reposamos la vista en Latorre de la catedral y observamos el crecimiento de la ciudad, mas o menos equilibrado si no fuera por la estructura del edificio Calatrava al que, desde la altura que nos encontramos, vemos plantado en un lugar inapropiado. Pero ampliamos la mirada y contemplamos una vista perfecta del Monsacro y toda la sierra del Aram, mas al fondo, parte de las Ubiñas. Hacia el este, los picos de Europa, al otro lado las tierras de Proaza, Yermes y Tameza y Grao. Por el norte Llanera Aviles , Gijón el mar….. y porque no algún barco en su bahía. No nos olvidemos al descender hacia la capital de hacer un alto en los monumentos de San Miguel de Lillo y Santa María del Naranco para gozar de su genial arquitectura.
Entre cuatro y cinco horas de agradable caminata por un territorio familiar para unos, desconocido para otros y , como siempre, hacerlo son prisa para paladear con fruición cada rincón del recorrido.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Asi que habeis estado por mi tierra? Ya podiais avisar para tomar unas. Saludos hermanos AE!
ResponderEliminar