No se hacen prisioneros, salvo aquellos capitanes distinguidos por los que se pueda pedir un suculento rescate...
Cuando el almirante veneciano, Venier, volvió a Venecia, tras abrirse camino entre la multitud informó al dogo de forma solemne: «Llevo, Serenísimo Príncipe, la más noble y admirable Victoria. La Armada turca, toda vencida y derrotada por los nuestros. Poquísimos se salvaron. Sed contentos y gloria a vos».
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