martes, 22 de diciembre de 2009
Años atrás los hombres se reunían en los chigres. Había casi trescientos locales solo en el concejo de Mieres donde los trabajadores se reunión cuando acababan su jornada, para tomar unos culetes o unas pintas. Allí se sentaban en bancos corridos de madera basta, o se acodaban en barras de zinc donde les iban poniendo botella tras botella del jugo fermentado de manzana .Se iban pidiendo botellas y escanciándolas en el vaso fino de cristal.
Es un rito desprovisto de solemnidad en apariencia, pero que tiene su liturgia, que hay que seguir con fidelidad, para que la sidra que se tira a la altura que a cada uno le dé el brazo, bata con suficiente fuerza sobre el vaso inclinado sostenido con el otro brazo, mantenido abajo para darle toda la distancia, y eso le de potencia ala hora de beberla. Y hay que tragarla de seguido para que no pierda la presión adquirida al chocar con el costado interno del vaso y luego tirar el poso por el borde por el que se ha bebido y así dejarlo limpio para el siguiente.
Los chigres apestaban a la sidra que va cayendo de esos vasos. Es un olor potente que lo impregna todo.
Hay costumbres que no cambian.
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