martes, 29 de diciembre de 2009

TRAS LOS PASOS DEL REY


El año santo que comienza el jueves actualiza el viaje purificador que inició en 814 el monarca asturiano Alfonso II para ver los restos recién hallados en el «Campo de las Estrellas» y atribuidos al apóstol Santiago

El 25 de julio de 1122 el Papa Calixto II dispuso que cada vez que el día de Santiago cayese en domingo, fuese ese año un año santo y jubilar. El Papa Alejandro III, en 1179, confirmó esta regla a perpetuidad. Cada siglo hay 14 años jubilares y 2004 fue el último. Seis años después son muchos los que se preparan ya a peregrinar de nuevo a Santiago en 2010 para ganar la indulgencia plenaria. De ellos, un número importante de caminantes pasará por Asturias, tierra de donde salió el primer peregrino jacobeo de la historia: el rey Alfonso II el Casto.

Así, el último día de este 2009, este jueves, dará comienzo el año santo 2010 con la apertura de la Puerta Santa en la catedral de Santiago de Compostela. Conocida también como «puerta del perdón», permanece tapiada excepto en aquellos años en que la festividad de Santiago, 25 de julio, cae en domingo, algo que sucede en secuencias de 6, 5, 6 y 11 años. Quedan tres días para que una procesión religiosa encabezada por el arzobispo de Santiago de Compostela y diversas autoridades se acerque a la Puerta Santa, llamen tres veces con un gran martillo de plata y pidan al apóstol Santiago permiso para entrar, tras lo cual se recrea el derribo del muro. Justo entonces comenzará el año santo 2010, un nuevo tiempo de peregrinación en el que se incrementará de forma muy notable el número de personas que se desplazarán, por las diferentes rutas establecidas, hasta Santiago de Compostela para ganar el perdón de todos los pecados.

Respecto al descubrimiento de la tumba del Apóstol se dice que ocho siglos después de su muerte un ermitaño de nombre Pelayo vio brillar varias estrellas sobre el bosque de Libredón y así se lo dijo al obispo de Iria-Flavia, Teodomiro, descubriendo allí que la luz señalaba el sepulcro pétreo donde se hallarían los cuerpos de Santiago el Mayor y sus discípulos, Teodoro y Anastasio. El obispo Teodomiro viajó a la corte ovetense donde se encontraba el rey Alfonso II para informarle de lo sucedido, cosa que ocurrió en el año 814.

El rey asturiano no dudó en organizar un viaje, acompañado de parte de su nobleza, al lugar que llegó a conocerse como «Campo de Estrellas» (Compostela) y, una vez allí, ordenó levantar una iglesia de estilo asturiano para honrar y guardar los restos del apóstol Santiago; lugar donde el obispo Teodomiro acabó trasladando la sede episcopal y donde, igualmente, fue enterrado tras su fallecimiento tal y como sugiere una lauda sepulcral que se halló en la zona durante unas excavaciones arqueológicas.

De esta forma el monarca asturiano se convirtió en el primer peregrino de la historia del Camino. Creó así una primera ruta que iría acrecentándose con otras varias a lo largo de los siglos y por las que han transitado millones de peregrinos desde entonces.

El descubrimiento de la tumba atribuida al apóstol Santiago trajo consigo diversos beneficios para el rey asturiano, cristianizándose la antigua «vía de Finisterre», al quedar establecida de forma oficial la existencia de la tumba del apóstol en un lugar considerado mágico, en el extremo occidental de Europa. En este sentido, cabe destacar que desde muy antiguo se creía que el mundo acababa en Finisterre y que el Atlántico era «la tumba del Sol». De hecho, cuando se inició el peregrinaje a Santiago, los antiguos peregrinos, tras visitar el sepulcro del apóstol y antes de regresar a sus hogares, se bañaban en la playa de Langosteira, en la Costa de la Muerte, lo que significaba la purificación del cuerpo. También quemaban las ropas arrojando las cenizas al mar. Esto significaba dejar atrás cargas del pasado y comenzar una vida nueva. También contemplaban la puesta de sol, como símbolo de muerte y resurrección: la muerte del Sol en el mar, y la resurrección al día siguiente, como la resurrección del alma del peregrino al que se han perdonado todos sus pecados.

La peregrinación de Alfonso II a Santiago supuso para el reino asturiano un importante aumento de su prestigio frente a la iglesia toledana. Oviedo se embelleció con importantes edificios tanto civiles como religiosos, algunos diseñados por el arquitecto Tioda. Así, mandó el rey construir o reedificar, entre otros, los templos de San Salvador, San Julián de los Prados, San Tirso, San Pedro de Nora y Santa María de Bendones. Al mismo tiempo ordenó construir la Cámara Santa en la catedral de Oviedo, donde hoy se custodian la Cruz de los Ángeles (donada por Alfonso II), la Cruz de la Victoria (mandada construir por Alfonso III) y la Caja de las Ágatas (regalada por Fruela II).

Nacido en Oviedo, Alfonso II fue hijo de Fruela I y de la reina Munia. Murió sin descendencia en el año 842.

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