Si a alguien le quedaba todavía alguna duda sobre las razones de los gobiernos peperos y pesoeros para saturar España de inmigrantes ignorando el desempleo que sufen millones de españoles, sólo tiene que echar un vistazo a la prensa de hace unos días: más de sesenta mil extranjeros, en su mayoría ecuatorianos, podrán votar en las elecciones municipales del 2011 en Cataluña. Y éstos sólo son los nuevos que se sumarán a los ya existentes.
Para hacernos una idea de cómo está la situación, sólo en la provincia de Málaga, hay 45.000 extranjeros que podrán decidir qué políticos nos atracarán en los próximos años. En Madrid, los nuevos votantes inmigrantes superan los 300.000. Y subiendo.
Esto de la invasión inmigrante es como si unos extraños entran en tu casa y la ley te obliga a quitarle la comida a tu familia para alimentar a los fulanos (y fulanas, no se encabrite doña Bibiana) en cuestión. Ahora, además, esos fulanos podran decidir qué debe hacerse con tu sueldo, elegir el menú que debes servirles y, ya puestos, beneficiarse a tu parienta. Si esbozas algún mínimo gesto de descontento ante el asunto serás acusado de xenófobo y racista, palabras mágicas con las que la nueva inquisición descalifica y mata civilmente a cualquiera que cuestione sus dogmas.
Y es que ya no se trata solamente de devaluar el mercado laboral con la avalancha de mano de obra tercermundista dispuesta a hacer el trabajo de un español por la mitad de salario. Ahora además, la casta cleptocrática quiere compensar, con el apoyo de los estómagos agradecidos foráneos, el desencanto y abierto rechazo de cada vez más españoles ante la farsa siniestra de la partitocracia.
Para hacernos una idea de cómo está la situación, sólo en la provincia de Málaga, hay 45.000 extranjeros que podrán decidir qué políticos nos atracarán en los próximos años. En Madrid, los nuevos votantes inmigrantes superan los 300.000. Y subiendo.
Esto de la invasión inmigrante es como si unos extraños entran en tu casa y la ley te obliga a quitarle la comida a tu familia para alimentar a los fulanos (y fulanas, no se encabrite doña Bibiana) en cuestión. Ahora, además, esos fulanos podran decidir qué debe hacerse con tu sueldo, elegir el menú que debes servirles y, ya puestos, beneficiarse a tu parienta. Si esbozas algún mínimo gesto de descontento ante el asunto serás acusado de xenófobo y racista, palabras mágicas con las que la nueva inquisición descalifica y mata civilmente a cualquiera que cuestione sus dogmas.
Y es que ya no se trata solamente de devaluar el mercado laboral con la avalancha de mano de obra tercermundista dispuesta a hacer el trabajo de un español por la mitad de salario. Ahora además, la casta cleptocrática quiere compensar, con el apoyo de los estómagos agradecidos foráneos, el desencanto y abierto rechazo de cada vez más españoles ante la farsa siniestra de la partitocracia.
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