lunes, 16 de noviembre de 2009

CUEVA DE LA PEÑA DE CANDAMO


La caverna de la Peña de Candamo fue descubierta a finales del siglo XIX por un vecino de la población de San Román apodado “El Cristo” que entró en la cueva a través de un pequeño agujero y aunque su intención era simplemente la de recoger estalactitas, se dio cuenta de los dibujos que había allí dentro.
Años mas tarde, en 1914, le llego la noticia al estudioso de nuestro pasado E. Hernández Pacheco, que se encontraba excavando la cueva de La Paloma en el vecino concejo de Grao, y al Conde de la Vega del Sella, insigne prehistoriador asturiano. Será, no obstante, el primero quien autentifique la veracidad de las pinturas y grabados y quien realice su estudio científico que publicará, en 1919, en una ejemplar obra que lleva por titulo La Caverna de la Peña de Candamo, ayudado en parte grafica por J. Cabré y F. Benítez Mellado. La importancia, grandiosidad y espectacularidad del arte de la cueva unido a su temprano descubrimiento en una época en la que se conocían muy pocas cuevas decoradas hizo que este yacimiento, que además era el más occidental del mundo paleolítico, fuese conocido mundialmente.
Sin embargo, los muchos años de visitas masivas, una inadecuada instalación de luz, un trato no demasiado cuidadoso, su utilización para diversos usos no apropiados...etc., hizo que sus pinturas y grabados fuesen deteriorándose y estropeándose hasta llegar a un estado peligroso para su conservación y mantenimiento. Todos estos factores hicieron que el temido “mal verde “ apareciese. Colonias de helechos, de musgo, de algas azules y de algas verdes se fueron extendiendo por algunas zonas de la cueva, sobre todo por el muro de los grabados. También el microclima interior, en lo referente a temperatura, humedad relativa y concentración de dióxido de carbono se fue alterando hasta adquirir niveles preocupantes para la conservación de las pinturas.
En 1979 la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura decide el cierre de la cueva y se encarga un estudio para determinar las medidas necesarias para el restablecimiento de los valores ambientales y la eliminación del “mal verde”.
Tras quince años de oscuridad y silencio en la caverna candamina, las colonias de helechos musgos, algas y demás elementos biológicos contaminantes desaparecieron y los valores de humedad y temperatura del interior se recuperaron a niveles normales tolerables. Quedan, no obstante, las huellas de la barbarie y de la incuria en forma de grafiítas, roturas de estalactitas, grabados y raspados modernos y un largo etc de despropósitos.
En la actualidad se mantiene un estricto control sobre la cueva y sus valores ambientales y su visita se encuentra restringida a un número de personas reducido durante un corto espacio de tiempo al año para que el impacto sea el mínimo posible.

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