viernes, 27 de noviembre de 2009

LA CRUZ Y LA ESPADA DEL ADELANTADO (II)




“ A Pedro Menéndez de Avilés 1519-1574. Caballero del hábito de Santiago. Capitán General del Mar Océano. Adelantado y Conquistador de la Florida. Donde fundó la Ciudad de San Agustín. En el año de 1565.”



…Había quedado en la 1ª parte de este relato en continuar con la interpretación y justificación histórica de la matanza de luteranos franceses por parte de las tropas de Pedro Menéndez…
Cuando días más tarde, los últimos luteranos fortificados en cabo Cañaveral, se rinden (unos 150), el Capitán con otros veinte hombres, huyen diciendo que, “ antes quería ser comido de los indios, que rendido a españoles”. (Es más que probable que su deseo se viera cumplido).
Para entender algo de la matanza de los prisioneros, conviene de nuevo recordar que la Florida era de España desde 1513 y no de los luteranos que nos la quitaron en 1551; que el día 4 de septiembre de 1565, a los pocos días de llegar Pedro Menéndez a la Florida, se entrevistó con estos mismos franceses, cuando trató de abordar sus galeones y les advirtió bien claro, que venía en son de guerra, a quemar y ahorcar los franceses luteranos que hallase,…Tampoco conviene olvidar que la Armada francesa se presentó a los pocos días frente al fuerte S. Agustín, con pretensiones de aniquilar a todos los españoles recién llegados, habiendo brindado a bordo (antes de que el fuerte temporal destrozase su Armada) contra Pedro Menéndez, por su cabeza y por la de los demás españoles.
Pedro Menéndez no se dejó sobornar con dinero, y escondiendo a sus pocos soldados repartidos para dar la sensación de muchos, manda a los franceses se vayan entregando de diez en diez.
Si no tenía abastecimiento suficiente para los españoles, ¿cómo sostener a tantos franceses?, ¿qué es preferible, degollarlos o que se mueran de hambre?. Perdonarles la vida era matar de hambre a los suyos. Por otra parte no tenía navíos para enviarlos a Francia, y de haberlos tenido volverían de Francia más adiestrados y en mayor número para la venganza.
Así pues, si no los mata, le matan a él y a todos los españoles, se imponía el acabar con los herejes luteranos que estaban infectando con engaños y ardides a los indios para posicionarlos contra los españoles. “ cuando vean los indios que los franceses nos temen y que podemos más que ellos, todos serán nuestros amigos”, dice el Adelantado.
Los franceses se vengarán con las leyendas negras y asaltando el fuerte español de S. Mateo en abril de 1568, cuando ahorcaron a casi todos los españoles, mientras Pedro Menéndez estaba en España.
No conviene, tampoco olvidar que en el siglo XVI, los Estados Católicos, (no sólo España), castigaban la herejía con la pena de muerte. En Francia fueron incomparablemente mayores las crueldades causadas por las guerras religiosas que las ocasionadas por todos los tribunales de la Inquisición.
El luteranismo estaba disgregando el Imperio Alemán, ¿cómo iban a consentir ni Carlos V, ni Felipe II que sucediera lo mismo con el Imperio Español?. El Arzobispo de Sevilla, Fernando Valdés, también asturiano, extendió el humo de las hogueras contra los luteranos en España, cortando de raíz la mala yerba disgregadora. El Adelantado, es hijo de esa época y conocedor de esta realidad política y religiosa, y gastó gran parte de su vida y hacienda en esta Empresa cuando pudo vivir cómodo en la opulencia.
Tras varios viajes de pacificación, poniendo orden en tierras con gobernadores (en especial La Habana) que utilizaban su cargo para explotar tiránicamente tanto a sus propios compatriotas como a los indígenas, regresa a España burlando varias naves francesas e inglesas que piratean por el océano, entra en Vivero persiguiendo corsarios, se detiene un día en la Concha de Artedo (Cudillero), y entra en Avilés (su pueblo) en julio de 1567. Trae consigo varios indios con sus tapa-rabos, arcos y flechas tal y como andaban por la Florida.
El Rey deposita más confianza en él, y le nombra Gobernador de La Habana, y un año después vuelve a marchar a la Florida con misioneros, allí se encuentra con los estragos hechos en su ausencia por los franceses en el fuerte de S. Mateo (donde ahorcaron a casi todos los españoles), esperando una entrada más propicia en la Florida se instala en La Habana. Y en una nueva incursión por tierras de la Florida, un indio de su confianza que había sido recompensado por el mismísimo Rey Felipe II por su ayuda a Pedro Menéndez le traiciona ayudado del cacique de la provincia (hermano de este indio) mientras el Adelantado está de nuevo de vuelta a España, abandonando a una docena de misioneros en la selva de Axacán donde fueron posteriormente martirizados. Cuando vuelve Pedro Menéndez por última vez en 1572, averigua la verdad de los mártires de la selva, e hizo ahorcar en los palos del navío a 8 indios culpables del martirio.
Desde 1573, se asienta en La Habana, habiendo dejado el Gobierno de la Florida en manos de su sobrino, hasta que es llamado por el Rey, desde S. Lorenzo del Escorial, quien le encomienda la Armada que se preparaba para ir a Flandés. Como máximo responsable, exige la presencia de religiosos en esta campaña junto a los soldados y marineros para pelear, navegar y evangelizar al igual que fueron necesarios allá por tierras de América.
Pero como el hombre propone y Dios dispone,…una enfermedad se lo lleva en pocos días, el 17 de septiembre de 1574 a los 55 años de edad, habiendo dispuesto en su testamento “ que mi cuerpo sea llevado a la Villa de Avilés, y allí sea sepultado en la Iglesia de S. Nicolás,…”.





Desde 1574 a 1591, descansó en la Villa de Llanes, en la Iglesia de Sta. María, a cuyo puerto entró obligado por el temporal. Su cadáver amortajado con el hábito blanco y cruz roja de la Orden de Santiago fue llevado a hombros por los Regidores de la Villa hasta la Iglesia que cita en su testamento, desde su casa natal. Con ocasión de la reforma del templo entre 1652 y 1662 desaparece el ábside y con él el sepulcro del Adelantado, construyéndose el actual arco empotrado con su escudo de armas en piedra; en 1924 se le hace una urna artística, al que se trasladan sus restos con asistencia de los delegados del Estado de la Florida y ciudad de S. Agustín. En 1936 “los rojos” (así se autoproclamaba el bando contrario al “Nacional”) profanan el sepulcro que fue a parar al cementerio municipal, hasta que una vez liberada Avilés se depositan los restos en el antiguo convento de S. Francisco hasta su traslado de nuevo (18 de agosto de 1956) con toda solemnidad a la hoy Iglesia de los PP. Franciscanos, antes S. Nicolás, como fue su última voluntad.
Y hasta aquí hemos ido tras las huellas de este caballero español de La edad de oro de nuestro Imperio, que vivió y murió a la sombra de la obediencia propia de la milicia de dos de los hombres más gigantes del siglo XVI: Carlos V y Felipe II. Hombre que persiguió con fe inconmovible en la Providencia una vida inmortal con sus virtudes caballerescas del valor, la lealtad, la piedad y la sencillez con el servicio más duro y abnegado a su Cruz y a su Espada.



Kinderastur

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