miércoles, 4 de noviembre de 2009

LA CRUZ Y LA ESPADA DEL ADELANTADO (I)


Desde muy pequeño recuerdo que me llamaba mucho la atención esta estatua del Parque del Muelle en Avilés, esa estatua de ese hombre flanqueado de cuatro guerreros con armadura y espada. Ese hombre es (fue y será): Pedro Menéndez de Avilés, el Adelantado de la Florida.

Hoy, ya más mayor, me sigue llamando la atención, sobre todo que el hombre de la estatua, el más glorioso de la historia de Avilés no tenga el reconocimiento justo y que todo “homenaje” en torno a su figura sea manipulado por las leyendas negras, en especial en los días en que celebramos la gran Gesta de la Hispanidad, el Día de la Raza.

Más de un año grupillos de indigenistas de extrema izquierda se han manifiestado ante la estatua, para tachar a Pedro Menéndez de genocida.

Siguiendo uno de los capítulos del documentadísimo libro: “Avilés, su Fé y sus obras” del párroco de la Iglesia S. Nicolás/S. Francisco, D. Angel Garralda, se desmonta fácilmente toda la leyenda negra al respecto, siempre teniendo presente el ambiente del siglo XVI, sino queremos condenarnos a no comprender ningún acontecimiento de esta época.

Ningún cronista nos retrata la dinámica de este guerrero de Dios, tan bien como él mismo en sus cartas cruzadas con Francisco de Borja, general de la Compañía de Jesús. En sus cartas se respira, sin disimular la razón total de su existencia: su Patria/Rey y su Dios, al igual que otros grandes monjes-soldados del imperio español.

A los 46 años, el Rey Felipe II le encomienda la conquista de Florida(1565). Para estas fechas ya está curtido de experiencias, desde niño fue un lobo de mar limpiando la costa cantábrica de piratas, enrolado en diferentes barcos de la Armada española, llevó al Rey desde la Coruña a Inglaterra, con ocasión de sus bodas con Dña. María,… fue nombrado por el emperador Carlos V Capitán General de de la flota de Indias (1555) volviendo con un botín suficiente para ayudar a su rey a ganar la guerra a Francia; con 1.500 soldados es enviado a Flandes para la batalla y victoria definitiva de S. Quintín (1557), el fue el Capitán General de la Flota de Flandés, lleva consigo a Carlos V, salvando del naufragio la galera imperial, y traé a Laredo (1558) al propio Felipe II desde Flandés.

Así pues está en posesión de títulos sobrados para merecer la confianza del Rey debido a su estela de heroísmos y sacrificios; Felipe II prescinde de los poderes propios de la Casa de Contratación de Sevilla y le nombra personalmente Capitán General de la flota de la Armada para la carrera de Indias. Hecho, que aviva la envidia de los jueces y oficiales de la Casa de Contratación y calumniándole de contrabandista, a la vuelta de uno de sus viajes consiguen meterle en prisión en los calabozos de la Torre del Oro. Alguaciles del rencor y la calumnia cargaron los oídos del Rey en su contra.

Tras 20 meses en prisión (1563-1565), mientras su hijo perece en un naufragio, al que dijo la verdad, como cristiano, el rey lo premia haciéndole Capitán General de la Armada, marchando a la Florida con el título del Adelantado. Así bota su nuevo galeón S. Pelayo como nao capitana. El Papa S. Pío V envía sus bendiciones congratulándose del nombramiento, merecidas alabanzas para “aquel que escoge y ama antes la trabajosa virtud que el holgado deleite”.

Los blasones de su escudo de armas son el de Avilés con la nave ferrada que rompe la cadena que cruza el Guadalquivir asida a 2 torres, y 6 cuervos de la casa de Arango.



La Florida era tierra española descubierta por Ponce de León (1513). Luteranos franceses expulsados por su rey, nos la arrebatan en 1551, sembrando el veneno de la herejía con todo género de muertes a nuestros católicos españoles e indios.

La voz de destruir herejes en tierras legítimamente españolas arrastraba a la gente a embarcarse. “Sin tocar tambor, hallamos a la gente necesaria”..

Se hace a la mar en Cádiz el 29 de junio de 1565, con 10 navíos capitaneados por el galeón S. Pelayo y 1.500 hombres entre marineros, soldados y clérigos-misioneros, nobles avilesinos y artesanos abandonaron también la Villa para formar aquella expedición gloriosa.

El 5 de agosto arriban a la isla Dominicana, el 10 entran en Puerto Rico, y el 15 parten rumbo definitivo a Florida. El día 28 de agosto, fiesta de S. Agustín (patrono de Avilés), divisan tierra de la Florida, se hincan de rodillas y rezan alabando a Dios por la merced recibida de llegar salvos, suplicándole que en adelante les diese la victoria. Aquella ribera se llamará S. Pelayo, o también “arrabal de España”.

Al habla con los luteranos, y en defensa de la honradez calumniada de Pedro Menéndez, les comunica con toda claridad su propósito con estas palabras: “ Esta Armada, es del Rey de España y yo soy el General de ella, y vengo para ahorcar y degollar todos los luteranos que hallare en esta mar y tierra, y así lo traigo por instrucción de mi Rey…”

Al huir los franceses y no poder darles caza, Pedro Menéndez, opta por volver a S. Agustín, la Armada francesa se presentó ante el fuerte y viéndose cogido, y no pudiendo escapar, hicieron todos oración a Dios, pidiendo los salvase de aquel peligro. La mar se alteró súbitamente y el viento recio fuerte del norte impidió el ataque de los franceses.

El Adelantado decide dar batalla con todas las consecuencias asaltando el fuerte francés, no por mar, sino por tierra. Se encomienda de nuevo a Dios y arenga a sus hombres así: “ Guerra, a sangre y fuego, pues ellos como luteranos nos buscan a nosotros que somos católicos, para que no plantemos en estas provincias el Santo Evangelio, Y nosotros los buscamos a ellos por ser luteranos, para que no planten su mala y detestable secta en esta tierra.”

Tras varios días de marcha acompañados de las lluvías y de la excasez de víveres se lanzán sobre el fuerte de la Carolina el día de S. Mateo que desde entonces cambiará su nombre por éste. Quitando de en medio a los centinelas del fuerte, Pedro menéndez dando grandes voces de “ Santiago y a ellos, Dios ayuda”, arremeten con furia, y mientras los franceses huyen despavoridos en ropas menores, ya ondean las banderas en lo más alto.

El Adelantado, a voces ordena no matar ni mujeres ni muchachos de quince años abajo. Mataron a unos cuatrocientos luteranos, (Pedro Menéndez reconoce que se degollaron 142 hombres en 2 días), otros huyeron y a todas las personas que quedaron con vida, les dijo que “se fueran con Dios a Francia”. Al día siguiente, habiendo oído misa, manda quemar todos los libros de la secta y naipes en los que se mofaban de los santos, pues no en vano en 1521 el Papa lanzó una bula condenando a Lutero.

Hasta aquí la 1ª parte de los hechos que posteriormente darían para levantar un juicio moral al Adelantado, la interpretación de tales sucesos, seguramente para algunos bárbaros y cruentos, la explicaré otro día aunque valdría para reflexionar hasta entonces aquello de: “O ellos o nosotros…”

CONTINUARÁ…



Kinderastur





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